martes, 18 de septiembre de 2007
Mientras Amanece
Mientras amanece y llega la tolerancia
Cada pueblo tiene el teatro que se merece y hace. Venezuela no escapa de ese axioma y exhibe cuantos espectáculos producen sus artistas, siempre con la ayuda del gobierno de turno, por intermedio de sus subsidios o utilizando los espacios teatrales pertenecientes al Estado, además de los montajes que hacen los productores privados. Que ese no sea el teatro que el país deba consumir es otra cosa y preferimos no comentarlo, por ahora.
En medio de esa obvia libertad que existe para mostrar, la institución Teatro San Martín de Caracas (Tsmc), fundada en 1993, en medio de una torpe “tormenta mediática” generada por quienes no fueron invitados a esta singular fiesta cultural, ha puesto en marcha su proyecto “Escrito aquí”, destinado a materializar los textos de una auténtica generación de dramaturgos, a lo largo de los próximos tres años. La pieza Mientras amanece de Victor Vegas (Barquisimeto, 1967) ha iniciado ese evento, con el cual Gustavo Ott, director del Tsmc, insiste en su patriótica política de ayudar a los teatreros que vienen atrás y no tienen otros canales o medios para hacerse conocer, tarea que en los años 60,70 y 80 sí hizo El Nuevo Grupo. ¡Caminante no hay camino, se hace camino al andar!
El neodramaturgo Vegas con Mientras amanece, puesta en escena por Gonzalo Cubero y con los aportes actorales de David Villegas y William Escalante, propone una oportuna reflexión sobre la intolerancia y sus consecuencias, “un espejo de lo que somos y podemos llegar a ser”. La argumentación se centra en la tragicómica situación de Paúl (blanco, heterosexual, casado y con un hijo) que se despierta en un motel en compañía de Theo (negro, chulo y homosexual), un manipulador personaje que exige que le paguen 500 dólares por “sexuales servicios prestados” en esa habitación. La situación se torna violenta y tras insistir en que no es gay, Paúl lo mata de un tiro. Pero la pieza no culmina ahí: continúa en otros cuatro actos mágicos o fantásticos, ya que cada personaje cuenta o actúa sus historias intimas destinadas a revelar cuales fueron sus periplos existenciales hasta ese momento crítico o esa ruptura en un amanecer.
En resumen, es una seria y didáctica propuesta, a pesar de lo rocambolesca que pueda lucir su primer acto, sobre la tolerancia en todos los niveles de las relaciones humanas. Su basamento filosófico descansa en lo que predica el sabio español Fernando Sabater sobre esa necesaria o indispensable “disposición cívica a convivir armoniosamente con personas de creencias diferentes y aun opuestas a las nuestras, así como hábitos sociales o costumbres que no compartimos”.
Nos sorprendió el modo directo utilizado por Vegas, que, aunque viene de la literatura, puede valorarse crudo en el tratamiento del lenguaje durante el primer acto, al parecer por el realismo de la situación, pero que logra poetizarse en los cuatro actos posteriores. La puesta es escena es minimalista y los actores bordan con mucho amor sus irritantes y crudos personajes, a sabiendas que la realidad siempre será superior a la ficción escénica. Hay ahí un dramaturgo que promete y quien además revela como es él, para el público que le interese conocerlo, por intermedio de su blog: http://victorvegas.blogspot.com ¿Cuántos Theos o Paules viven situaciones similares o peores? ¿Por qué otros escritores y escritoras no se atreven y además trabajan por mostrar lo que hacen?
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